Este proyecto busca describir cuál es el papel de la mediación artística en el reconocimiento de
experiencias de violencia simbólica de un grupo focal de mujeres cuidadoras pertenecientes a la
fundación Be Arte de la ciudad de Cali. Este problema aparece como relevante al detectar una
correlación entre la alta interiorización de los mandatos de género y el fenómeno de las violencias
basadas en géneros, tal como se evidencia en el marco contextual y el planteamiento del problema,
puesto que existen factores de riesgo que inciden en la tendencia a la vulneración.
En los antecedentes se encontrará una variedad de intervenciones con enfoque de género que mezcla lo
comunitario y el uso de las artes como un medio de resolución de conflictos. Sin embargo, estas
experiencias de mediación se centran en problematizar las formas visibles de la violencia, dejando por
fuera las situaciones donde el fenómeno es sutil, encubierto, simbólico, estructural, “normal”. Por otro
lado, propongo hacer una lectura de esas mediaciones desde la idea de dispositivos productores de
vínculos como contra-pedagogía de la crueldad.
La hipótesis de esta investigación parte de la formulación de Ascensión Moreno (2016) que explica la
mediación artística como un campo de prácticas donde se combina el arte, la educación y la acción
social, funcionando como una herramienta que posibilita la transformación social al usar el arte como
vehículo para lograr objetivos encaminados a la inclusión social, la relación horizontal y participativa en
ámbitos de educación no formal. De acuerdo con la autora, de esta manera, las personas participan
activamente de su propio aprendizaje para pensar en temas como la identidad, los vínculos y la
comprensión de su realidad social. Además, afirma que permite la ruptura de estereotipos, la resiliencia y
el acceso a los derechos culturales.
La mediación permite “nexos entre agentes dispares provenientes de ámbitos epistemológicos dispares,
en procesos que abren vías novedosas hacia la comprensión de la pedagogía dentro de espacios
dedicados a la acción cultural o la educación no formal” (Gonzáles García, 2020: p. 41). De esta manera,
se entiende que la mediación es un espacio convergente de experiencias híbridas con un alto
componente emocional, donde a través del diálogo se ejercita el pensamiento crítico. Entiende el arte
desde su vertiente más apegada al ser humano, lejos del carácter mercantilista que se desarrolla en las
élites sociales, galerías e instituciones del arte (Gonzáles García, 2020: p. 43), centrándose en los
procesos de cada uno de las y los participantes más que en los resultados.
Existe entre mediadora y participante una serie de objetos que funcionan como “índices” para la acción
instrumental de encauzar/proponer una influencia en los pensamientos y actos (González García, 2020,
citando a Gell, 2016: p. 24), y, es el enfoque dialógico de la mediación lo que permite la consolidación del
grupo a través de la experimentación artística y la apertura del propio mundo interior para completar el
proceso de reformular la simbolización de las participantes (Moreno, 2010). Asegura que la futurización
activa es una manera de planificar una salida a la crisis, activar las redes de apoyo y trabajar en la
confianza para disipar la indefensión.
Partiendo de las ideas anteriores, el diseño de la metodología se centró en el convivio de las
participantes. En este encuentro, fueron posibles la estimulación de las habilidades comunicativas y la
creatividad, por medio del juego teatral y detonantes objetuales con el ánimo de disparar el diálogo en
torno a las cargas y las creencias interiorizadas sobre sus experiencias de vida como cuidadoras.
El proyecto contempló llegar hasta el análisis de los resultados de la mediación por medio de la
sistematización de la experiencia en registro audiovisual, análisis de la conversación y de la imagen de
las narrativas culturales de las participantes